A mediados del año próximo, Verónica González (51) será enjuiciada por el asesinato de su esposo, Carlos Bustamante (62), aquel brutal crimen que conmovió a Miramar en marzo del año 2019. En 2011 había sido asesinado el hijo de ambos, Gastón. Las coincidencias, las sospechas y las expectativas.
El 1° de junio del año próximo Gastón Bustamante debería
tener ya 21 años. Su recuerdo será lo único que quede en ese momento, en ese
presente. Pasados, futuros, tiempos verbales que no bastan. Será en los cinco
primeros días de junio de 2021 cuando se hable poco de él y mucho de su madre,
Verónica Gonzalez (51). O tal vez también se hable de él. Acaso su madre, para
explicar ante los jueces por qué mató a su marido Carlos Bustamante (64), dé
alguna pista de cómo él también fue asesinado.
Los tribunales de Mar de Plata recibirán entre el 1 y 4 de
junio de 2021 este drama familiar digno de un documental “true crimen”, esos
que hoy despiertan pasiones entre los
infrecuentes consumidores de historias criminales. El escenario será la
sala de audiencias del Tribunal Oral N°4, cuyos jueces tendrán frente a sí la
prueba generada por la fiscal María Florencia Salas y que compromete a González
al extremo de que nadie razonablemente discutiría su autoría.
Pero la trascendencia de este debate oral y público, que por
ahora está en agenda con esa fecha confirmada, se eleva más allá de su
resultado final. El juicio por el asesinato de Carlos Bustamante, ocurrido el
22 de marzo de 2019, puede ser la llave que abra la puerta hacia el
esclarecimiento del crimen de su hijo Gastón perpetrado una década atrás, el 20
de noviembre de 2011.
Las sospechas de que Verónica González pueda haber intervenido en el homicidio de su propio hijo no son nuevas, de hecho fue la primera investigada. Pero no hubo demasiadas pruebas en su momento. Ahora, con el surgimiento de otro asesinato de un integrante de la familia, en el mismo lugar del anterior, con pericias psiquiátricas para ser usadas, con una condena perpetua posible, las expectativas de una nueva información son reales.
Empezar por el final
Hoy Verónica González ocupa una celda de la Unidad Penal N°50 de Batán. La Defensoría Oficial que lleva su caso no tiene demasiado contacto porque ella misma no solicita ni información ni beneficios. Fue notificada en marzo de la presentación de prueba y de que serán casi 60 los testigos en el juicio y no mucho más.
Verónica González, al momento de ser detenida. Está imputada por el crimen de su ex marido
Allí espera que el tiempo pase y se acostumbra a una vida en
prisión que parece ser la que le esperará por mucho tiempo, a juzgar por la
abrumadora prueba que la incrimina como autora del asesinato de su esposo
Carlos Bustamante.
El 22 de marzo de 2019 fue viernes y aunque ya había llegado
el otoño, Miramar tenía un día soleado y agradable. A las 8.50 de la mañana la
hermana de González, que vivía en los fondos del mismo domicilio de calle 27
entre 46 y 48, la llamó por la ventana. González le agradeció y siguió con lo
que estaba haciendo.
A las 9 de esa mañana Verónica González se dirigió a un
kiosco y fue vista por un policía, quien la reconoció por ser la madre de
Gastón Bustamante, aquel niño asesinado en 2011. Además González era una cara
conocida en Miramar.
La cronología basada en la prueba incontrastable y difícil
de refutar señala que González regresó a su casa donde se hallaba Bustamante
durmiendo y que permaneció allí hasta las 11.59. Su presencia en ese lapso fue confirmada por
testigos e incluso una vecina la vio salir al mediodía y estuvo con ella
charlando.
Entre la 12 y las 13.15 González se fue al banco, hizo unas
extracciones, hizo unos pagos, regresó a su casa, estacionó la moto y se
dirigió a un almacén a las 13.20. Simuló interesarse por el paradero de su
marido, que decía desconocer, y la comerciante le respondió que no lo había
visto. Compró dos paquetes de cigarrillos. Después llamó a su cuñado, al
hermano de Carlos, e hizo la misma maniobra: “¿El Pelado está en tu casa?”,
preguntó con el claro objetivo de sembrar la idea de no saber demasiado.
A las 13.30, su hermana, aquella que vivía en los fondos, la
vio y le preguntó su recién llegaba. “Recién estoy llegando”, le respondió
González. Ambas conversaron unos minutos y Gonzalez decidió entrar por la
puerta de atrás. Fue entonces cuando se mostró asombrada: “Carlos tiene los
pies en el suelo”. Allí se inició la secuencia del llamado a la policía, la
llegada de la ambulancia, el balbuceo moribundo de Carlos ante la pregunta de
un policía (“Acá estoy Pela, quedate tranquilo, decime si esto te lo hizo uno o
dos”), su traslado al Hospital Municipal acompañado por González y el
fallecimiento horas después.
Una escena conocida
El 22 de marzo de 2019 un cuerpo estaba ensangrentado dentro
de la casa de la calle 27 y el 20 de noviembre de 2011, también; uno era Carlos
Bustamante, moribundo, y el otro Gastón, muerto; ambos estaban con un almohadón
impregnado en sangre, ambos tenían golpes, ambos habían sido atacados mientras
dormían durante la mañana; quien mató a Bustamante y a su hijo contaba con
llave para entrar ya que la casa no tenía señales de haber sido accedida por
medio de la violencia. .
La investigación del crimen de Carlos Bustamante no tuvo fisuras porque, a diferencia de la pesquisa del asesinato de su hijo, las pruebas estaban groseramente a la vista. González pretendió montar una coartada al llegar a su casa y “descubrir” a su marido agonizante. Los testimonios, las cámaras de seguridad, las llamadas telefónicas y, principalmente, la evidencia forense contaron otra historia.
González jamás entró a la casa después de “descubrir” el
cadáver, sin embargo en sus prendas de vestir, en todas ellas, había sangre de
Bustamante. También debajo de sus uñas, pese a que los rastros en el baño
indican que intentó lavarse.
Para la fiscal Salas la responsabilidad de González está más
que clara. Se desconoce el móvil, pero la prueba es tan sólida que ignorarlo
pasa a ser tan solo un detalle. De todos modos, con el objeto de evitar
cualquier punto oscuro en la acusación, solicitó peritajes psiquiátricos que
confirmaron que González comprendía la criminalidad de los actos que se le
imputan y de los que jamás se defendió.
Similitud y expectativa
La similitud en los asesinatos de padre e hijo despertaron
expectativas e impulsaron una pregunta que nadie hubiera querido volver a
hacerse: ¿Verónica González pudo haber
participado en el asesinato de Gastón en el año 2011 y mantenerlo en secreto?
El crimen del menor no tiene imputados, porque Julián Ramón,
el novio de la hermana de Gonzalo, fue sobreseído con falta de mérito. El
expediente está en la Corte Suprema a la espera de resolver cuestiones
técnicas, circunstancias que no se produciría en lo inmediato.
El fiscal Rodolfo Moure investigó inicialmente, con las
dificultades que eso suponen para un hecho de esas circunstancias, a la madre
de la víctima, a Verónica González. Incluso se
la convocó a declarar como testigo, por las sospechas que despertaban
sus actitudes, en el mismo momento en que era velado Gastón. Hasta se le
intervino el teléfono. Pero en medio de esos primeros días de pesquisa, surgió
el dato de la huella de Julián Ramón en un televisor que solo podía haber sido
movido (preparado como para robar) por el asesino y eso orientó todo hacia él.
Con el paso del tiempo, no se pudo agregar más prueba contra
Ramón, pero tampoco se pudo consolidar una hipótesis con González como
sospechosa. Ahora, a la vista de los sucesos producidos 8 años más tarde, el
fiscal Moure espera con gran expectativa el juicio del año próximo. Si se
produce información de importancia para la causa por el crimen de Gastón,
permitiría reabrir la investigación en otro sentido. Eso haría que se
re-analice la prueba pero con otra mirada. Puede darse una revalorización de
prueba vieja a partir de datos nuevos.
Para ello, los peritos psiquiátricos serán fundamentales en
sus exposiciones. En el informe que consta en el expediente dicen, sin embargo:
“La Señora Gonzalez Vilma Verónica, no sufre de trastornos psiquiátricos
detectables en la actualidad…En la actualidad y en el hecho que nos ocupa, la
imputada demuestra una ausencia de interés para el esclarecimiento de este
ultimo hecho, no manifiesta ninguna reacción emocional al respecto, no lo
evidencia como una perdida, podríamos afirmar que no se encuentra en duelo por
el fallecimiento de su esposo, su actitud es esquiva, sin colaboración, ocupada
en no dar información mayor a lo que se le pregunte…Su conducta desde que descubre
la agresión a su pareja, es atípica y evitativa, comparada con el estudio de su
conducta en forma longitudinal, el caso de su hijo”.
Este punto volverá a tratarse, probablemente, durante el
debate de junio próximo, entonces el recuerdo de Gastón Bustamante puede
transformarse en algo más que solo un recuerdo.
LA CAPITAL
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