
Un ex convicto fue condenado a 9 años de prisión por violar
en vísperas de la Navidad de 2016 a su pareja, una agente del Servicio
Penitenciario que había conocido en la cárcel de Batán mientras purgaba una
detención por otros delitos.
El fallo fue la conclusión de un juicio celebrado en los
últimos días en el Tribunal Oral N°4, cuyos jueces Alfredo De Leonardis,
Gustavo Fissore y Juan Galarreta aplicaron la pena contra Sergio Lucero, un
obrero soldador que sostuvo hasta el final del debate que las relaciones
sexuales reprochadas habían sido consentidas.
Sin embargo, numerosas pruebas que demostraron la violación
se acumularon a lo largo de una pesquisa que pudo iniciarse gracias al coraje
de la mujer para salir de un vínculo enfermizo que la tenía, paradójicamente,
prisionera.
La sentencia introdujo un elemento inédito como es el
agravante por violencia de género lo que permitió llevar el monto de la pena
por encima de la mitad del máximo previsto para casos de abusos sexual con
acceso carnal. Es que los jueces, tal como lo había presentado el fiscal
Leandro Favaro, descubrieron que subyacía en esta pareja un trasfondo violento,
de sometimiento físico y psicológico contra la mujer.
Los hechos sucedieron a las 2 de la mañana del 24 de
diciembre de 2016, pero en verdad se iniciaron algunos años antes dentro del
penal de Batán. Lucero cumplía allí una pena por el delito de encubrimiento y
en una de sus asistencias a actividades culturales conoció a la mujer
penitenciaria. A partir de entonces tuvieron un acercamiento hasta que en 2013
Lucero recuperó su libertad y la mujer lo llevó a vivir a la casa que el Servicio
Penitenciario le asignaba dentro del predio de la cárcel de Batán.
La relación siempre se edificó en torno a la violencia y las
adicciones Lucero, profundizadas por la imposibilidad de la mujer de salir en
busca de auxilio.
A lo largo de todo el juicio se ventilaron episodios de
extrema gravedad y sus consecuencias, como lesiones de la mujer, mudanzas
permanentes, conflictos de agresiones ante otras personas que nunca se
llevaran, por medio de denuncias, al ámbito penal. “Asumo la culpa de haber
mantenido la relación por temar a que me matara algún día, porque yo quería
seguir viendo a sus hijos y porque ellos no tenían ningún otro sostén si me
pasaba algo a mí”, admitió la mujer.
La víctima de este drama dijo a los jueces que el alcohol y
las drogas transformaban a Lucero en un hombre extremadamente violento. “Los
episodios ocurrían cuando no estaban sus hijos describió-, por lo que procuraba
por todos los medios que estos estuvieran en la vivienda y además no se
durmieran temprano, como forma de prevenir golpizas. Muchas veces me fui y dejé
a los chicos en la casa de sus padres y yo me iba a pasar la noche a la plaza
del barrio o a un ciber del centro”
Cierta tarde de las vacaciones de invierno de 2014, la mujer
penitenciaria fue en su automóvil hasta Batán para presentar unos informes
acompañada de Lucero, quien se quedó en el vehículo. Cuando terminó comenzó a
llamarlo y él no respondía. “Me preocupé porque tenía mi arma reglamentaria y
mi chaleco antibalas en el auto. Respondió horas después, borracho. Al regresar
a la casa se lo reproché y me empezó a pegar con la culata de mi arma y realizó
dos disparos”, narró.
Solo había dos acciones que calmaban a Lucero: darle la
razón y pedir disculpas, o entregarse a ser sometida sexualmente.
Esa violencia se sostuvo en el tiempo hasta que se
separaron. Sin embargo, el 24 de diciembre de 2016, a las 2 de la madrugada, la
mujer dormía en la casa donde vivía ya sin Lucero y se sorprendió en la
oscuridad de su habitación al ver un rostro iluminado. Era Lucero, que había
ingresado por una ventana, y le estaba revisando el teléfono celular.
Los jueces pudieron certificar el relato de la mujer y
desechar las excusas de Lucero. “Quién es fulano, quién es megano, yo no
reaccionaba, y sacó un tramontina y me dijo: vengo a matarte’ y se me tiró
encima”, recordó.
Lucero amenazó de muerte a la agente penitenciaria y le hizo
un corte en la rodilla. Luego, le clavó el cuchillo en un muslo y la obligó a
practicarle sexo oral. En ese momento, el ex convicto le pidió que le nombrara
los contactos masculinos del teléfono celular. Poco después también la penetró
por la vagina.
Al llegar la mañana, la mujer convenció a Lucero de
internarse en una clínica psiquiátrica de Punta Mogotes, pero en el trayecto el
ex convicto se arrepintió. Entonces, cuando la mujer pudo quedarse sola más
tarde se decidió por primera vez a denunciarlo en la Comisaría de la Mujer.
“No lo hice ante por vergüenza y porque me iban a decir que
yo me lo había buscado”, confesó ante los jueces
Lucero ensayó una declaración exculpatoria al decir que no
había entrado por una ventana porque había acordado con la mujer el encuentro
quedó descartada por mendaz. Personal policial verificó que la reja de la
ventana estaba rota, además de que los magistrados hallaron grandes
contradicciones en su relato.
Este jueves se dio a conocer el fallo completo del Tribunal
en el que Lucero fue condenado a la pena de 9 años de prisión por el delito de
abuso sexual agravado por acceso carnal, tanto por vía vaginal como bucal, y
por el empleo de arma en concurso ideal con violación de domicilio.
Lucero cumplirá su pena en la cárcel de Batán.
LA CAPITAL
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